jueves, 29 de noviembre de 2007

Nadie, ni tú

La imagen de mirarla besarse en el espejo le caía en el alma, gota a gota, como una hiel que corrompe todas las alegrías y vuelve odiosa la existencia; era una extraña sensación dulce, malsana y encantadora; era una envidia contra lo amado que le traicionaba. Un ardor en el orgullo le dejaba la cabeza con rabia espumosa, la sangre se agolpó en el puño hasta liberarse en una lluvia de vidrios que mojó rápidamente las calles, la fotografía de la ventana terminó ahogada en la acera y el frío invernal ocupó el silencio quemante de su voz cautiva en la memoria.

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